Manali es el destino predilecto para las parejas indias de recién casados. Bonitas vistas de las estribaciones del Himalaya, un clima fresco, una población tranquila y deliciosa fruta, recién cogida de la huerta (cerezas, manzanas, peras, etc).
Elena y Asís divisan el horizonte desde el Templo de Manu, que da nombre al pueblo.
Llegamos con ganas de mover las piernas, tras 16 horas de autobús, así que nos fuimos andando a unas cataratas cercanas। El río Beas.
Por el camino nos encontramos a un sadhu, un asceta hindú, cuyo objetivo en la vida es obtener la iluminación. शांति शांति! Shanti, shanti!
Un yak, bovino típico del Himalaya। El queso de leche de yak, uno de los platos típicos de la zona.
Tuvimos mucha suerte, porque justo se celebraba el día grande en el Templo de Hadimba y todos los lugareños habían salido a celebrarlo ataviados con sus mejores galas. La celebración parecía una verbena de pueblo español, con cacharritos de feria y todo.
Al día siguiente, continuamos con las emociones fuertes, mientras que Elena y Asís se aventuraban a tirarse en una bola de plástico hinchable por la ladera, yo me atreví con un corto recorrido en parapente con piloto.
*Recomendación: El hotel Sunshine es una maravillosa elección. Ofrece unas maravillosas vistas de la montaña nevada y nos costó 550 rupias (menos de 8 euros) una habitación triple. La casa es de madera y las habitaciones tienen chimenea.