Goa es el paraíso terrenal de India, la mayoría de los viajeros que recorren el país dedican unos días al descanso en sus playas tropicales, entre palmeras, blanca arena y buen pescado.
Sin embargo, nosotros fuimos a conocer el monzón (mayo-julio)...
El monzón no avisa de cuándo llega ni de cuándo se va. Llueve cortinas de agua durante horas y luego pasa hasta el próximo día. Sopla viento huracanado, resplandecen los relámpagos y las playas dejan de ser refugio tropical para convertirse en mareas de arena y sal.
A pesar del remojón, la aventura ha merecido la pena. El primer día en la Playa de Palolem dormimos en unas confortables cabañas a pie de playa. Lo mejor de todo, el chico que regentaba el "hotel" que era un encanto. Claro ejemplo de la hospitalidad goana. ¡¡Volveremos cuando haga sol!!
Javi tras la mosquitera. Delhim, el chico del hotel.Al día siguiente marchamos en taxi hacia la capital. Panjim parece un pueblo cubano y cuesta trabajo reconstruirla en la mente como joya del imperio portugués. De aquellos años guardan los goanos bonitas iglesias, la tradición católica y algunas reminiscencias del idioma.
La catedral de Panjim. Javi charlando con una lugareña, que sabía hablar portugués pero no dónde estaba Portugal en el mapa. Se quedo muy sorprendida de que estuviera tan cerca de España.Goa debe ser precioso sin tormenta, pero con tormenta también lo es.
Los pescadores en Coco Beach.Después de un paseo por la ciudad-pueblo, fuimos a conocer Fuerte Aguada. Una antigua construcción defensiva dónde paraban los barcos a abastecerse de agua, de ahí su nombre.
Marta, de la agencia EFE, y Javi por el Fuerte Aguada.
Por el camino, paramos en una bonita iglesia católica.
Look goano.Esa noche dormimos en un hotel fabuloso, aprovechando que la temporada baja tira los precios por tierra. Hotel Marbella, rodeado de exhuberante vegetación.
El patio del desayuno.Rupert, gran afitrión del hotel.